Érase
una vez, una niña que se llamaba Caperucita Roja. Era egoísta y guapa. Su madre
se llamaba Sara. Era tímida y buena cocinando. Caperucita era hija única ya que
no tenía hermanas (o por lo menos eso pensaba ella) Cuando Caperucita Roja tenía
5 años, su padre falleció. Se llamaba Daniel y se murió con 44 años. Sara
prometió que cuando falleciera, le contaría un secreto a Caperucita Roja. Era
muy importante, pero, su madre, tenía miedo de que su querida hija se enfadara
con ella y no le volviera a hablar nunca. Entonces, cuando su padre falleció
Sara decidió no contarle el gran secreto a Caperucita Roja.
Vivían
en una ciudad llamada “Carrosada”. Cada animal de la ciudad vivía en su
mansión. Eso era muy peligroso ya que los lobos también tenían mansiones y eso los
hacía todavía más poderosos. Caperucita era muy valiente y aunque su madre siempre le advertía de lo
peligroso que era andar por la calle sola, a Caperucita le daba igual.
Caperucita
creció y creció hasta que cumplió los 11 años. Estaba en sexto curso de primaria.
Tenía muchas amigas y amigos. Su mejor amiga se llamaba Raquel y era muy
bocazas. Sara también tenía su mejor amiga, que por casualidad era la madre de
Raquel, que se llamaba Bárbara. Se contaban los secretos más íntimos y ninguna
se lo contaba a nadie (o eso decían ellas)
No
sabemos cómo, pero Caperucita Roja, Raquel, Sara y Bárbara, acaban enterándose
de todos los cotilleos. Un día Raquel le dijo a Caperucita Roja:
- Te tengo que contar un secreto pero prométeme
que no se lo vas a contar ni a tu madre por favor.
- Vale, te lo prometo. Cuéntame.
- Es sobre tu madre: cuando falleció tu padre,
tu madre prometió contarte un secreto que guardaban tus padres. El secreto es
que ¡TIENES UNA HERMANA!
- Ja, ja, ja. ¡Que graciosa! No me mientas y
dime la verdad.
- Es verdad. Créete lo que quieras, pero cuando
me creas vendrás a mí a pedirme perdón.
Te contaré toda la historia-dijo Raquel enfadada. Y se fue.
Raquel
y Caperucita Roja pasaron 2 semanas sin dirigirse la palabra. Caperucita era
muy curiosa y le preguntó a su madre, por curiosidad:
- Mamá, ¿me tienes que contar algo?
- Eeeeh…- se quedó pensando Sara.
Caperucita
empezó a pensar que lo que le decía Raquel era cierto.
- Sabes perfectamente de lo que te estoy
hablando-dijo Caperucita.
- Caperucita, te lo prometo, ahora mismo nose
de lo que me estás hablando. ¿Puedes explicármelo?
- Raquel me ha contado que cuando papá murió,
tú, prometiste contarme el secreto que guardavais los dos.
Sara,
con esas palabras, supo perfectamente de que le estaba hablando y también sabía
que ese día iba a llegar tarde o temprano. Y Caperucita le dijo:
- Mamá, me puedes contar ese gran secreto ¿Por
favor?
- Claro que sí. Sabía que este día iba a llegar tarde o temprano y
ese día es hoy. Mira, el secreto es que ¡TIENES UNA HERMANA!
- Y ¿Por qué no me lo contaste?
- Porque tenía miedo de que te enfadaras
conmigo y no volvieras a hablarme.
- ¿Cómo me voy a enfadar contigo? ¡Eres mi
madre!
- Pues te lo explico mejor: tu hermana se llama
Sofía. Tiene 23 años y vive en la calle de al lado.
Al
día siguiente, en el colegio le pidió disculpas a Raquel y le explicó todo lo
que pasó entre su madre y ella. Esa misma tarde su madre y ella hicieron unas
magdalenas y Caperucita fue a llevárselas a su hermana. Por casualidad su
hermana vivía al lado del lobo. Su madre le repitió mil veces:
- Hija, ¿Sabes dónde vive tu hermana? ¿Dónde?
Repítemelo.
Caperucita
Roja estaba harta de oírle eso tantas veces y se fue a casa de su hermana.
Llegó
por fin al portal de su hermana y recordando bien si era el sitio correcto que
su madre había repetido tantas veces, lo tocó. No estaba segura si era
izquierda o derecha. Decidió tocar la izquierda. Ese timbre no era el correcto.
El lobo vio a Caperucita Roja por la cámara y le dijo con voz de chica:
- ¡Adelante!
- Gracias hermanita- respondió Caperucita Roja.
Subió
en ascensor ya que era muy vaga. Mientras, el lobo se puso una peluca de color
moreno y un vestido rosa, se tumbó en el sofá. Caperucita le dijo:
- Hermanita, te he traído unas magdalenas. Sé
que te encantan.
- Gracias Caperucita Roja.
- Hermanita, ¿Te has teñido el pelo? Antes lo
tenías rubio.
- Sí… es que me gusta más así.
- Hermanita, ¿Has engordado?
- Bueno… He comido bastantes hamburguesas.
El
lobo, pensó que en vez de comerse las magdalenas, se podría comer a Caperucita
Roja. Pero entonces, su verdadera hermana apareció con un bote de laca y le
echó todo el bote en la cara y el lobo de murió del mal olor.
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