martes, 18 de noviembre de 2014

Ricitos de bronce

Ricitos de bronce.


Hace unos años, en un día no muy bueno, a una chica llamada Sofía le pasó lo siguiente:
Sofía tenía diecinueve años, era muy curiosa, todos sus amigos familiares y conocidos le llamaban ricitos de bronce por su largo cabello rizado de color bronce.


Un día ricitos de bronce estaba aburrida en casa, así que llamó a su mejor amiga, que vivía en  otro pueblo, cerca del suyo. Ricitos de bronce cogió su coche y se fue a donde su amiga, tenía que pasar por una carretera con muchas curvas, mientras conducía, le llego un  mensaje y se puso a escribir. Ricitos de bronce no se dio cuenta que había una curva y desgraciadamente se chocó con un árbol, cayó con el coche a un bosque. Ricitos de bronce no sabia donde estaba, salió del coche y se miró para ver si se había hecho daño, como no tenía nada fue andando por un caminito y de repente se encontró con una casa horrorosa, le llamó mucho la atención porque la casa tenía dos puertas, una muy muy grande y otra mucho más pequeña,  así que se vio obligada a entrar.


Fue hacia la casa y al ver que curiosamente la puerta estaba abierta entró, al entrar en la casa vio que no había mucha cosa pero empezó a fisgonear, primero había una mesa muy vieja donde se colocaban tres tazas, una muy pero que muy grande, otra mucho más pequeña y la última del tamaño anterior. Sofía se acercó a la mesa y vio que las tres tazas estaban llenas de comida, y como tenía hambre empezó a comer la comida, probo de las tres tazas pero no le gustó ninguna y devolvió todo lo que había probado.
-¡Que asco de comida, se parece a la casa! -Dijo enfadada.
Dicho eso, Ricitos de bronce siguió mirando la casa, llegó a la sala y había tres sillones, uno extra grande y otros dos normalitos. Ella probó los tres pero el que más le gustó fue el extra grande era el más cómodo. Al lado de la sala vio que había otras dos puertas como las de la entrada, fue hacia ellas y las abrió, detrás había un cuarto enorme donde se encontró una cama de matrimonio y una litera.


Ricitos ya estaba muy cansada, y como no sabia donde estaba ni podía comunicarse con nadie, decidió probar acostarse en una de las camas. Probó las tres camas, pero la que más le gustó fue la de matrimonio, era la más grande y blandita. De Repente, llegaron los dueños de la casa: los dos osos y el elefante.
Cuando vieron que había comida por el suelo como si hubieran vomitado, se asustaron, fueron al salon y notaron que alguien se había sentado en los sillones,vieron que las puertas del cuarto estaban abiertas y cuando entraron se asustaron por ver a Ricitos de bronce en la cama de matrimonio dormida, el elefante se echó a llorar y Ricitos se despertó, al ver lo que tenía alrededor empezó a gritar y corriendo salió de la casa.
Pero el elefante le pilló y le dijo:
-¡Espera niña no te voy a hacer nada solo te sugiero un trato, por favor para!
Ella se paró y le dijo que lo sentía, ella no pretendía entrar en su casa. El elefante le interrumpió a Ricitos, diciéndole:
-Tranquila, te quería preguntar una cosa. ¿quién te a echo esos ricitos en el pelo?
-Mi tia Susana. -Contestó ella.
-¿Y tu crees que me los podria hacer a mi y a mis compañeros?
-Supongo que sí, pero nose como llegar a mi pueblo porque me e perdido.


Resulta que al elefante y a los dos osos les gusto mucho los ricitos de Ricitos de bronce y creyeron que si les hacía ese favor ellos perdonarían a Ricitos por haber entrado en su casa. El elefante sabía por donde se iba a su pueblo así que montó a Ricitos de bronce en su ancha espalda y empezó a caminar junto a los dos osos.
Llegaron a la casita encantadora de Ricitos de bronce y le contó todo lo ocurrido a su tía Susana. Como el elefante no cabía en la casa Susana tuvo que bajar.
Primero les hizo el peinado a los dos osos, se quedaron muy contentos con sus rizitos.
Pero Susana no podía hacerle los rizitos al elefante porque no tenía pelo, pero el elefante no se preocupo porque había otra cosa que le gustaría hacerse. Pintarse las uñas.
Susana encantada le pintó al elefante las uñas de rosa.


Se quedaron muy contentos los tres y pudieron perdonar a Ricitos de bronce.
Luego Rizitos llamó a su amiga que estaba desesperada y se lo contó todo, cómo eran buenas amigas su amiga le creyó y le dijo que no le diera otro susto tan grande.
A partir de ese día Sofía iba a visitar a los dos osos y al elefante cuando podía.

FIN.



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